Después de todo, bien es verdad que la sexualidad, por muy magnífica que sea ( y puede serlo), se termina en una suerte de vacío. Y, desde luego, esa es la razón por la cual está bajo la ley de la repetición: hay que recomenzar una y otra vez, y volver a empezar otra vez más. ¡Todos los días, cuando se es joven!
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